Estoy seguro de que si te interesa lo más mínimo el copywriting o tienes un blog o, básicamente, redactas contenido en una web; has oído hablar del SEO. Y, a veces, seguir todas las indicaciones que has leído en uno u otro lugar es un auténtico tostón.
Vamos por partes. Para el que no lo tenga claro, el SEO (Search Engine Optimization) es la optimización –ahí mismo lo dice la palabra– de nuestra web para que los buscadores encuentren nuestra página más relevante, atractiva y, en definitiva, más “enseñable” a quienes navegan por ellos. Y con buscadores me refiero a Google, no te engañes. La amplia mayoría de usuarios utilizan a la Gran G cuando quieren saber algo concreto.
El posicionamiento (cuanto más arriba estés en las búsquedas que te interesen, más gente entrará a visitarte) es importantísimo a la hora de dar a conocer tu marca, y hay miles de guías en la web que te ayudarán a mejorar esa parcelita tuya de lo que se conoce como World Wide Web.
Muchas de estas guías te hablarán del aspecto técnico de la web: estructura, organización, metadatos… Otras tantas del contenido: relevancia, utilidad para el usuario, linkbuilding… Y seguro que también hay cientos de ellas que hablan de todo un poco.
Si eres como yo, irás bicheando en una y otra e irás apuntando en un bloc de notas o un Word diferentes consejos que lees aquí y allá, y al final tendrás un bonito documento de cuatro o cinco páginas y más de 200 consejos para mejorar el posicionamiento orgánico de tu página web. Un lío, sí. Pero un lío necesario.

Como dije en la primera entrada, yo no voy a hablar aquí de las acciones que a mí mejor me funcionan, ni de la longitud exacta que tiene que tener un párrafo ni de cómo escribir un buen título (de momento, porque pueden ser entradas muy interesante). Hoy quiero hablar del contenido en sí. De las palabras. De hablar con la persona que está al otro lado de la pantalla.
NO ESCRIBAS PARA GOOGLE, ESCRIBE PARA PERSONAS.
Creo que lo principal que tienes que pensar cuando escribes los textos de una web, un post como este o incluso un comentario en redes sociales; es en las personas. Tus clientes, los que no lo son todavía, los que se interesen por tu contenido… todos son personas. Y por mucho que queramos implementar ciertas reglas para que a Google le parezca más bonito tu sitio, al final quien lea tu página será alguien de carne y hueso.
Yo, por ejemplo, cada vez que me pongo a escribir (para mí o para otros) lo hago de la misma manera. Después de los procesos de investigación, organizar la estructura y demás, me lanzo a escribir como si se lo estuviese contando a un colega o dando una conferencia TED. Con mis palabras, de la forma que considere más sencilla (pero precisa) y que tenga forma de una conversación natural.
Después, cuando lo tengo todo listo, paso por el documento Word que antes os comentaba y voy añadiendo pinceladas aquí y allá, haciendo un texto “más SEO” pero sin perder la esencia de una charla.
Por ejemplo, uno de los consejos que has podido leer por ahí es que un post como este debe tener entre 1500 o 2000 palabras para que Google lo encuentre relevante. Pero yo no veo necesario seguir alargando este tema dando vueltas una y otra vez sobre lo mismo. Si, como en este caso, te pasa algo similar; te recomiendo que la próxima vez elijas mejor el asunto que vas a tratar, para tener más sobre lo que escribir.
En fin, voy cerrando ya esta puerta. Si quieres que tus clientes o cualquiera que entre en tu web deje de verte como un vendedor constante de cosas, sé tú mismo cuando escribas. O contrata a un copywriter como yo, claro 😉